Mi cuerpo lo sabe

Y plácidamente se entrega al sopor de ésta selva. Ayer llovió sin parar. Luego la bruma. La lluvia una y otra vez. La calma. Y para rematar un sol esplendoroso toca delicadamente el mar. Como besándolo. Y se pone naranja. Clarito. Y pinta el cielo. De todos los rosados y naranjas. Sonrío. Mi cuerpo lo sabe.

Y yo desde bien adentro sé que estoy en casa. Pero no porque esté en este lugar específico. Sino porque estoy en mi centro. En mi casa. En mi cuerpo. En mi templo. En mi Gaia interior. En ese lugar en el que vivimos desde que nacemos. En mi camita personal. Esa que no podemos abandonar. Esa que nos mantiene y nos acoge y nos abriga y en donde tenemos que estar siempre y por lo cual debemos cuidar y proteger también porque no tenemos dos.

Mi cuerpo lo sabe.Y yo me alegro porque soy tan feliz. Todo lo que me rodea me da placer. Las sonrisas verdaderas. Las situaciones verdaderas. La verdad única que no se puede ocultar en los rostros. La soltura de los cuerpos en los bailes. Porque aquí no hay tiempo para perder. Todo se entrega de una vez y en cualquier momento. En un abrazo. Un beso. Una caricia. Un deseo verdadero de verte bien.

Mi cuerpo lo sabe. Y por más de 29 años éste ha sido mi otro hogar. Mi desvelo. Mi alma parece dividida. En dos. Y es maravilloso sentirlo porque es una sensación indescriptible de poder encontrar en mi vida siendo humana pequeños lugares con los que estoy conectada. Aunque parezca mentira. Porque aquí la estética parece salida de cualquier lugar menos del correcto. En un clavito de allicito hay un martillo que parece mal puesto pero ese es su puesto. La cortina tapa media ventana, medio cuadro y medio piso. La mesa del comedor es de todo menos comedor. Los nidos de gulungos bordean otra cortina de una ventana que nunca ha tenido el placer de abrirse y si algún día abre va a chirriar que se va a desbaratar en su lamento.

Mi cuerpo lo sabe. Hay cosas que amo tanto. Tanto…que mi cuerpo lo sabe.