ACCESO DIGITAL QUE DA LIBERTAD



Aquí está plasmada la historia de Lupita, una joven que gracias al Internet logró sacar de la cárcel a su padre, y quien ahora da clases en su pueblo de computación.



ACCESO DIGITAL QUE DA LIBERTAD



Esta es la historia de Lupita, una joven que llegó a nuestra casa hace ya algunos años pidiendo trabajo para ayudar a su familia a salir adelante. Recuerdo el día que tocó a nuestra puerta, ella se veía muy nerviosa, apenas y podía articular las palabras que parecían ya muy ensayadas, si te soy sincera, la verdad es que en ese momento no necesitaba una mano extra en casa, pero hubo algo en esos ojos grandes y cristalinos que me llevó a abrirle las puertas para que pusiera manos a la obra.
Lupita siempre fue muy callada, siempre con la mirada al piso y cuando llegaba a verla trabajar sin que ella se diera cuenta, parecía que perdía su mirada inundada de nostalgia en el movimiento de sus manos al trapear.
Los meses de trabajo en casa fueron pasando y poco a poco fue tomando confianza, o al menos se atrevía a preguntarme cosas de los libros que tenía en mi oficina o de mi computadora, preguntas como “oiga señora, y ¿apoco en ese aparato –refiriéndose a mi computadora portátil- usted puede investigar de cualquier cosa?”, y pronto me di cuenta que además de su gran curiosidad por aprender algo nuevo, había algo más, un profundo interés, como si buscara algo, y estaba próxima a saberlo.
—Yo antes iba a la escuela Señora…
—¿Y qué pasó Lupita?, —pregunté levantando la vista del ordenador—.
—Pues…tal Señor Ramírez llegó a nuestro pueblo, Patejé de Hidalgo, y así sin más ni menos, acusó a mi papá de instigador e invasor de predio, dizque por que él era el dueño de los terrenos de nuestro pueblo, —dijo sin levantar la vista del piso y con la voz un poco entre cortada—. Y si yo le contara cómo vive mi papacito en la cárcel… —suspiró e hizo una larga pausa—… yo ya ni sé cómo ayudarlo señora, por eso me pongo a trabajar…
—Ay Lupita, cuánto tiempo de estar aquí y no me habías dicho nada…pero, oye, dime, ¿qué te dicen las autoridades, o qué solución se le puede dar al problema?
—No dicen nada y no hay solución.
—Busquemos una.
—Yo no sé de esas cosas, ¿en dónde busco lo que no sé ni cómo se llama señora? —quiso reír, pero sólo le salió una risa ahogada en un llanto silencioso.



En ese momento, y con solo intercambiar estas frases entre cortadas por su sentimiento y mi sorpresa, supe que debía ayudar a Lupita, quizá tampoco sabía exactamente lo qué debíamos hacer, pero sí sabía que tenía las herramientas necesarias para al menos comenzar a investigar, una computadora e Internet.



Al día siguiente, llamé a Lupita a que me acompañara a la computadora, lo primero que hicimos fue poner el nombre de su pueblo en el buscador: \"Patejé de Hidalgo\", que a decir verdad quedé sorprendida de ver sus hermosos paisajes, el kiosco, la plaza, y que de no ser por Lupita, quizá jamás lo habría conocido.



—Quizá debamos empezar a preguntar por personas que padecen injusticias…
En ese momento, el buscador comenzó a sugerir resultados como: La Suprema Corte de Justicia; La judicatura; los Tribunales Civiles, Penales, Agrarios. Y después de profundizar un poco más, encontramos la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Sabíamos que esa era la ayuda que Don Ramón, el papá de Lupita, necesitaba. Leímos que la CNDH tiene como objetivo principal la protección, observancia, promoción, estudio y divulgación de los Derechos Humanos previstos por el orden jurídico mexicano. Y ahí mismo, encontramos la manera de poner una queja por el encierro y el castigo injusto a un hombre que lo único que había hecho era no permitir el abuso de una persona, que con engaños y amenazas pretendía adueñarse de lo que no era suyo.
En ese mismo momento nos dieron una cita y el nombre de la licenciada que iba a atender a Lupita para el tratamiento del caso, hasta yo misma estaba impresionada del poder del Internet.
Hoy el papá de Lupita, Don Ramón está con su familia, Lupita ahora da clases de navegación en Internet e introducción a la computación en su pueblo, terminó la secundaria técnica y yo, por supuesto muy agradecida por haber podido ser a través de mis conocimientos en Internet y de que un día una joven de 18 años tocó la puerta de mi casa, una pieza de cambio en una familia de México que tanto lo necesitaba.

First Story
Like this story?
Join World Pulse now to read more inspiring stories and connect with women speaking out across the globe!
Leave a supportive comment to encourage this author
Tell your own story
Explore more stories on topics you care about