Una plaza en Río Senguer



En Febrero empezaba a formar parte de esta campaña y por esos días un amigo me llamó desde la Patagonia, desde Chubut, la tierra en la que nací.



“Vine a la plaza donde tengo señal y además wi-fi para ver mis mails”, escuché que me decía. Él estaba en su pueblo natal: Alto Río Senguer, una pequeña localidad ubicada en el sudoeste de la provincia del Chubut. Ahí viven 1.693 personas y 792 de ellas son mujeres.



Pasaron varios días y la campaña digital WWW siguió su curso. Me involucré como Listener y comencé a recorrer las historias que contaban desde otras tierras en otros idiomas. En todas se podía reconocer el “hambre” –como lo llamo- por buscar dar un paso más: más conocimiento, mejores oportunidades, más herramientas… estar en contacto compartiendo la lucha.



Una noche le escribí a mi amigo pidiéndole fotos de quiénes se conectaban en la plaza de su pueblo. Quería contarles su historia porque habla de esas ganas, de ese “hambre”.



Cuando recibí las fotos pude ver que eran chicos jóvenes, también familias.
Mi amigo me contó que ya era tradición en la comunidad rumbear para la plaza a la tardecita: el único lugar del pueblo con wifi, ubicado frente a la Municipalidad.
La próxima etapa será llegar con fibra óptica a todo el pueblo, dentro del programa “Argentina Conectada” que ha ido corriendo fronteras tecnológicas en varios lugares del país.
En las fotos también pude ver cómo se conectan. Algunos con sus celulares, otros con las netbooks del programa gubernamental Conectar Igualdad, que ya lleva más de 3.800.000 equipos entregados de forma gratuita en todo el país.



Sin publicidad ni estridencias, de forma cotidiana y segura, desde esa plaza cada tarde esos chicos y chicas son parte de un mundo mucho más amplio del que los rodea.
Son libres de acceder al conocimiento que buscan, al entretenimiento que les gusta, a las comunidades virtuales que los contienen. Tejen su red y la retroalimentan con su realidad, una que sería mucho menos conocida sin ese puente. Sus límites se expanden y con ellos las posibilidades de sus futuros y el de su comunidad.



A más de 2.000 kilómetros de Río Senguer, hoy termino este post y juego con mi memoria de chica patagónica.
En 1990, a mis 17 años, habría tipeado varias veces esta historia en una máquina de escribir prestada y solo la hubiera leído mi círculo social más cercano.
Hace 20 años habría escrito esto desde mi vieja PC de escritorio con DOS, pero hubiera tenido que ir hasta los puestos públicos de conexión en mi universidad en Buenos Aires para poder publicarlo.
Si hubiera querido contar esto en el 2000, ya de regreso en Chubut, hubiera escrito desde una PC de escritorio más nueva, pero luchado durante largos minutos para conectarme con mi conexión dial-up, lenta y poco estable.
Cinco años atrás, aún allí, ya podría haberla escrito en esta notebook y publicado casi sin problemas, con un wi-fi aliado de a ratos.



Aún hoy el desafío de la conectividad es una deuda en muchos lugares de la Patagonia y en los pueblos más chicos todavía es una utopía contar con una conexión confiable en la propia casa.
Será un deber de los próximos años superar con éxito ese desafío, marcando nuevos perfiles de futuro para ese lugar del mundo.



Avanzamos. Estamos en camino. En un camino de desarrollo e inclusión que no se detiene ante barreras geográficas cuando existen políticas públicas que piensan una agenda en la que superar la brecha digital es prioridad.



Miro la foto de esa chica sentada en la vereda de la municipalidad de Senguer y sé que ella encontró su camino. Tal vez aún no sea tan perfecto como lo desea, pero tiene la certeza de estar cada día más cerca de lo que busca.
Estar cerca es estar en camino. Significa que, sin importar cómo ni cuándo, llegaremos.

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