La continuidad y el final de mi historia



Continuo con mi historia. 



Como anteriormente había escrito, en el año 2016 asesinaron a dos de mis hermanos y nosotros sufrimos múltiples atentados en nuestra contra y desde ese momento empezó toda esta actual situación que vivimos: amenazas de muerte, hostigamiento en nuestras casas, desplazamiento, llamadas constantes de amenazas de muerte, hemos salido en panfletos en los cuales han salido hasta mis hijos, atentados, un asesinato reciente en nuestra familia. 



Fue desde ese preciso momento que empezó todo. 



Así empezó mi lucha, mi labor social como Defensora de Derechos Humanos y como líder social-comunitario en restitución de tierras despojadas. Porque me he sentido presionada y hostigada, y sentía que nada ni nadie me ayudaba, me vi en la necesidad de luchar y tomar esta lucha por mí misma. Por mis propias vivencias; porque nadie mejor que yo sabía qué se sentía ser una víctima directa de los hechos, una de esas tantas víctimas sobrevivientes de la violencia. Me sentí capaz, me sentí con valor de hacerlo, ya que ningún de mi familia se atrevió por miedo, por temor. Por ese miedo constante que llega hasta tus huesos. Por esa incertidumbre de no saber en qué momento esas personas pueden llegar y hacerte algo. Por todo eso y más me sentí con el valor suficiente de afrontar esto y todo lo que se podía venir. Sentí miedo por mí, por mi vida por mis hijos, por mi familia; pero al mismo tiempo sentí que yo me había convertido en ese ave de antiguas leyendas que revive de sus cenizas. Por eso sentí, podía sentir que había vuelto aún más fuerte, aún más valiente, aún más capaz y con las ganas de hacer justicia. Me sentí capaz de alzar la voz por mí, por los míos.



Al pasar los meses me fui dando a conocer en entidades gubernamentales y en comunidades como una mujer que revivió como el ave fénix y que la violencia no me venció. Al contrario; revivió en mí una mujer con pensamientos positivos y rompedores capaces de transformar mi vida y las vidas de muchas más personas que, igual que yo, habíamos vivido la violencia en carne propia. Desde esos espacios y vivencias, las comunidades y las entidades empezaron a conocer de Luz Estella De la Ossa, una mujer que no le da miedo hablar, que se enfrenta a las situaciones por difíciles que parezcan y que, ante una dificultad, siempre encontramos una solución. Empecé a luchar ya no sólo por mí sino por todas estas personas que pusieron su confianza en mí, en mi capacidad y a quienes nunca he decepcionado. Desde ese momento empezó mi lucha incansable de justicia de verdad y de resiliencia tanto para mí como para todas las personas que hemos sido víctimas de algún hecho de violencia.



Empecé a darme a conocer no sólo acá en Bogotá D.C, sino también en muchas regiones a nivel nacional donde empece a hacer viajes a las comunidades de aquellos que hemos sido olvidados por el Estado y cuya voz no es escuchada. Empece a luchar por todos ellos y por aquellos campesinos y mujeres reclamantes de tierras que no encontraban apoyo, que les daba miedo hablar. Todos estos viajes a diferentes regiones los empecé hacer con mis propios recursos ya que no tenía quién me apoyara en ese momento. Empecé, junto con otras personas que tienen mi mismo sentir, a luchar y a alzar la voz por aquellos que no pueden o no se atreven a hablar. De ahí empezamos a ayudar a estas personas y comunidades enteras a que fueran escuchadas, a poder tener el valor de ir a denunciar y que pudieran saber porqué esos victimarios habían hecho ese daño a sus familiares; a encontrar a esas personas que un día desaparecieron y nunca más supieron dónde estaban. Ese derecho a la verdad, ese derecho a que esos victimarios les dijeran la verdad de lo que había sucedido con sus hijos, esposos, hermanos, padres; esas personas que desaparecieron, esas personas a las que les arrebataron sus vidas; a que estas personas también pudieran reclamar sus derechos ante las entidades y que les indemnizaran, a que los reconocieran como víctimas del conflicto armado y hacer valer sus derechos. Empezó también esa hermosa labor social de ayudar a todas aquellas personas que habían sido sacadas arbitrariamente de sus tierras: en asesorarlos, en darle charlas de orientación de cómo iniciar el proceso, de cómo denunciar el hecho y de cómo llevar este hecho yendo a la agencia de Restitución de Tierras para una posible restitución; del hecho vivido de que muchas de estas personas querían volver y no podían; de muchos que habían vuelto y que no les brindaban ninguna ayuda ni orientación. Ahí siempre estamos nosotros. Ahí siempre he estado yo para ellos, para ser esa voz de aliento y de esperanza de que las cosas sí se pueden lograr. No sólo esta ha sido nuestra lucha; también hemos entrado a muchas otras defensas como la trata de personas, el maltrato físico y verbal de la que muchas personas han sido víctimas. Nuestra lucha no termina, no acaba y buscamos apoyo para seguir en esta hermosa labor que es más una pasión que se vive de los más profundo de nuestro corazón; porque sentimos que somos y que soy una persona capaz de lo que otros no son; pero aquí estoy dispuesta a seguir con mi lucha.



Aunque no puedo negar que como todo ser humano siento miedo, me deprimo, me angustio y a veces siento que ya no puedo más. Es tan doloroso ver y sentir que las amenazas son tan constantes y latentes. Seguir mientras se tiene ese miedo que ya se ha convertido en un sentimiento permanente, que ya no puedes vivir en tranquilidad. Pero así ya vivo, y así es como me siento muchas veces: con las ganas de dejar todo, pero al mismo tiempo no puedo aceptar que mi lucha se quede ahí, que los asesinatos que ha vivido mi familia queden impunes; y que así como yo, hay muchas personas que también sienten lo mismo, que queremos un verdad sincera, que queremos justicia. Pero últimamente me he sentido más vulnerable y presionada porque ya las amenazas no sólo son en contra mía, sino que ahora son también mis hijos víctimas de éstas. He sentido la necesidad de dejar esta lucha porque he puesto en una balanza mi vida y la de mi familia o esta lucha que me ha generado tantas dificultades en seguridad. Por eso busco apoyo para poder salir del país con mi familia y así poder seguir ayudando desde la distancia a esas personas que no tienen voz. Quiero seguir con mi lucha y, aunque no va a ser lo mismo, al menos puedo seguir apoyando a esas personas que un día creyeron en mí y en mi labor social.

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