Pero había alguien allí que no sonreía



Sólo observaba. Y más que yo. Mucho más. Era tan pequeñita que apenas si podía notarse. Sus cabellos crespos si no permitieron que pasara desapercibida. Era diminuta y en sus ojos había un tanto de dolor. Pero yo esperaba que no fuera así. Era tan pequeña aún…





Y ella nos miraba a todos. Y su belleza era inigualable. Era su belleza. Con el pelo en desorden, sus ropas raídas, sus pies descalzos. Sus manos sucias, sus piernas picadas creo que por muchos zancudos. Muchos son muchos. Y sus ojos saltones y neutros como ningún otro.





No habló. Nunca. Sólo nos siguió por el camino que nos mostraba ¿tal vez su hermano?, ¿un vecino? ¿un familiar? ¿un conocido? Ella no fue lejos, tal vez su madre no la dejaba moverse de por esas montañas. Desde lejos me miraba y yo creo que fue por mi cámara que ella se sentía tan atraída. Y fue entonces cuando a mi regreso, ¿le dije puedo? y aunque ella y su madre no me recuerden hoy, y aunque ella se me borrara de la memoria por algunos años, cuando la vi hace poco otra vez, me sorprendió su sencillez, su maravillosa facilidad para correr su cabello, para cogérselo cuando su madre me permitió registrarla.





Hay tardes en las que decido volver a vivir esos días ya pasados y hay días en que ni puedo pasar los días. Ese fue uno de esos días que no podía pasar porque yo registraba algo cruel ocurrido a un chico, y ella me mostraba el otro lado de la crueldad. Me mostraba la esperanza que me devuelven quienes nos vienen siguiendo en nuestra vida…yo confío en que ella sea buena. Confío en que lo vivido por sus seres cercanos le haya enseñado el valor de la vida y de la buena vida.





Sus ojos estaban llenos de inocencia y de ilusión. Quisiera que hubieran permanecido así. Quisiera que el mundo que la rodeara hubiera sido tan amable con ella como ella se veía que era con el mundo. Quiero que el mundo que rodea a todos fuera amable y mágico. Estuviera lleno de duendes que los llevaran por un mundo mágico en donde la imaginación les deparara grandes historias casi todas ellas dulces. Ese mundo mágico siempre lo quise para mi, luego para mi hijo y así, siempre que veo pequeños corriendo tras un balón o princesas jugando a ser princesas, sonrío por fuera y por dentro. Me hacen cosquillas mis recuerdos y me alegra saber que tuve una infancia llena de magia.





No sonreía. Y me observaba. Hay veces me pregunto si quienes me ven me recuerdan tanto como yo a ellos. Pero sé que no necesariamente es así. No tiene por qué serlo. Muchos de nosotros pasamos desapercibidos por la vida de otros, mientras que otros parecieran cambiar nuestras vidas para siempre. Para mí ese día fue muy importante. Cambiaron tantas cosas ese día…aquel joven nos llevó a ver donde hacían su prótesis y luego nos llevó a conocer su familia, sus amigos, sus montañas. Nos llevó sonriente a ver el cielo desde donde él lo veía. Pero había alguien allí que no sonreía…



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