Apareciste una mañana



Estabas inquieto. Algo te traía. Algo de movía. Algo te hacía ser quien eras. Estabas en todo. Por todas partes. Te intuía. Te pensaba. Me pensabas. Eras.





Apareciste una mañana y te quedaste. Te instalaste en mi memoria. En mi vida. En mi cuerpo. En mi piel. Venías de lejos. De alguna parte. Desconocida. Pero yo te invocaba. Y tú me escogías.





Apareciste una mañana silencioso. Tus dedos tocaban mi piel. Tus brazos tocaban mi corazón. Tus abrazos se fundieron con los míos. Nos abrazamos eternamente. Nos besamos sin temor. Tus ojos miraban el vacío. Yo miraba el vacío a través de ti. Sonreías. Dulcemente.





Apareciste una mañana. Y trajiste todo para quedarte. Sin duda. No me tomaste por sorpresa. Ya te había visto. En mis sueños. En mis escritos. En mi poesía aparecías. Te asomabas. Te ibas y venías a tu antojo. Eras el dueño de mi vida. Eras el dueño de tu vida. Eras el dueño de todo lo que tocabas.





Apareciste una mañana radiante. Preguntabas por mi. Yo por ti. Como si tuviéramos una cita que cumplir. Como si el destino ya lo supiera todo. Y así era. Lo sabía. Éramos tú y yo. Y ambas vidas dependían la una de la otra. Deliciosamente. Sorprendentemente.





Apareciste una mañana de neblina. Y la neblina aún viene para recordarme que viniste. Que estuviste. Que fuiste. Que te quedaste. Que eras y serás. Que estas en todo. En las gotas de rocío. En mis poros. En el aire que respiro.





Apareciste una mañana y has sido lo mejor que ha venido. Porque viniste tranquilo. Sin dolor pero con amor. Sin nada y humilde. Sin fuerza pero valiente. Sin angustia pero decidido. Sin tanto pero con todo.





Apareciste una mañana y me enseñaste el significado del amor más puro. Del que es. Del que supera todo. Del que demuestra todo. De ese que todo lo puede. Por encima de todo. Y de todos. De ese que uno jamás imagina que pueda ser posible o existir. Pero existe. Eres la prueba viviente de que así es. Y es.





Apareciste una mañana y no podré olvidarte. Jamás. Estás metido en mi alma y allí permaneces guardado. En mis recuerdos. En quien soy. Y en quien seré.





Apareciste una mañana y siempre te siento. Y te veo. Hasta la eternidad.

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