Estamos completos



Somos seres perfectos. Creemos no serlo. Creemos necesitar siempre más. Y más. Mucho más. Pero ninguno de los seres que están cerca de mí lo necesitan. Simplemente quieren más. Algo más. Y la verdad no es necesario. Ya es suficiente. Y hay que tener tiempo también para disfrutar lo que ya se ha conseguido. Y no siempre hay que estar buscando nuevas cosas. Nuevas experiencias. Nuevos seres. Porque ya somos. Ya hemos conseguido mucho. Y hemos olvidado lo más importante.



Estamos completos. Y permanentemente estamos buscando excusas para ocuparnos. Para no tener tiempo para nosotros. Para no estar en nuestra propia compañía. Con nosotros. Con nuestro espíritu. Y decidimos poner nuestra compañía en otros. Nuestra felicidad. Nuestro amor. Nuestros deseos. Nuestros proyectos. Nuestras ilusiones. Y por eso solemos desengañarnos. Porque perdemos nuestra existencia poniéndola donde no es.



Estamos completos y el resto es siempre una ganancia. Estamos hechos de inmensas capacidades que nos hacen únicos. Somos una mezcla perfecta de todo. Y debemos dejar que ese todo fluya libremente por el mundo para conquistarnos. Para alcanzar nuestros sueños. Para ir tras lo que más deseamos. Así muchas veces la quietud nos abrume. Porque ella es la precisa para encontrarle el sentido perdido a esto que llamamos vida.



Estamos completos y debemos siempre mirar hacia adentro. Allí donde más temor nos da mirar. Debemos siempre ser nuestra mejor compañía. Esa que más tememos. Debemos abrazarnos sin temor y permitirnos la contemplación, el silencio, la ternura, la compasión y el amor primero con nosotros mismos. No hay más a quien escuchar en tu interior. No hay nadie más que permanecerá con nosotros más que ese espíritu divino que somos.



Estamos completos y nuestra esencia nos grita a través del cuerpo lo que tenemos que hacer. Pero siempre estamos temerosos. Porque nuestros padres esperan algo distinto. Porque nuestro ego nos pide algo más. Algo que no podemos ser ni satisfacer. Pero aún así lo buscamos y lo perdemos. Y los somos y lo dejamos ir. Y siempre estamos tras cosas que nos camuflan en medio de tanto caos en nuestra cultura. Tanta distracción que nos aleja de lo que verdaderamente venimos a hacer aquí. A encontrarnos. A vivir nuevas experiencias que le den ganancia a esa luz. No que la opaquen.



Estamos completos y aquello que buscamos no debe pesar sino alivianar nuestro viaje. Lo debe hacer más suave. Sin tantas cargas. Sin tantas cosas que no nos permitan movernos y viajar libres. Estamos engañados. Por un sistema que se alimenta de nosotros. Y solo cuando estamos ante la posibilidad de hacer ese viaje hacia la luz universal las ataduras nos detienen y no nos permiten viajar en medio de la felicidad. Nos hacen quedarnos un poco más. Siempre un poco más. Haciendo sufrir a nuestro cuerpo y a nuestro espíritu. Y a los espíritus que nos rodean.



Estamos completos. No hay que temer. Venimos perfectamente diseñados con todo y escogemos las experiencias nosotros. Estamos donde queremos. Con quien queremos. Así pensemos lo contrario. Somos nosotros los constructores de esas experiencias y las vivimos para crecer. En todos los aspectos. Es nuestra decisión seguir o parar. Estar o partir. Ser o no ser. Tenemos nuestra propia voz. Podemos ser escuchados o leídos. Eso lo decidimos nosotros. Tenemos la capacidad de sanarnos y de enfermarnos. Tenemos poderes incalculados e insospechados hasta para nosotros mismos. Pero están allí. En un lugar mágico que todos poseemos.



Estamos completos. Somos la complejidad misma del universo y todo está en nosotros.

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