Argentina: Climate Change Is Threatening My Connectivity



As women's online lives grow richer in Patagonia, new environmental challenges are poised to drown out advances.



As women, we tell stories. We write them in journals; we nurture them in discussions with our circle of friends; we look for meaning aloud and in silence. To communicate is innate for us, as it is innate for us to weave networks. We look to technology to aid us in story telling, to aid us in connecting across borders.



When I was 17, in 1990, I would have typed this story on a borrowed typewriter, a story to be read only by a close circle of friends.



In 1994, I would have written this on an old desktop computer under DOS. I would have gone to a public library in Buenos Aires to publish it to friends via email.



In 2000, I would have written this on a newer desktop computer, but I would have had to battle a chugging dial-up connection—unstable, slow.



Five years ago, I would have written this piece on a laptop, enjoying a somewhat steady Wi-Fi connection, relying on email and social networks to disseminate my voice.



But today, the routine of regularly checking my email on my smartphone or reading my Twitter messages via a strong Wi-Fi signal is a mirage. As Patagonians, we can remember it; we can describe it; yet, it is a distant reality for us. Climate change is impacting our connectivity, and it is a very real reality we must face with urgency.



Earlier this month, users of one of the main mobile service companies in the country started their day without mobile access. Heavy rainstorms in the northern part of the region took out half a road bridge and fiber optic cables went with it. Many other access services were affected that day: Internet connectivity became slow and erratic, mobile access was interrupted across providers, and power cuts rounded out the situation.



This is not an isolated case. In the past three years, recurrences show us an in crescendo pattern—with little sign of it letting up. We are uncertain of our fate—now fully dependent on a technological core that demands constant and immediate communication back and forth.



It is common on rainy days to have failures in satellite TV, to see 3G signals vanish from cell phones, and to lose Wi-Fi coverage from one minute to the other. Modem levels as low as 28 kbps are common. Mobile access through USB sticks is severely restricted—not only are there not enough signal masts in some areas, but extreme weather conditions make connections mission impossible.



Heavy rainstorms, strong winds, mudslides, flooding… The list goes on and on to reveal the scale of our fragility in terms of connectivity.



In researching this article, I was very surprised to find scarce reference to climate change and its impact on Internet access. The best-documented case is a report written in 2011 by DEFRA, the Department for Environment, Food and Rural Affairs in the UK government. It includes references about temperatures reducing the range of wireless communications, rainstorms impacting the reliability of signals, and it foresees the need of a future less dependent on physical infrastructure and fiber-based networks.



Of course, there are alternative technologies that are designed to withstand extreme conditions, such as the use of satellite networks. But these generate a wide digital divide since their costs are not only high but dollar-linked. They are a road back to a universe of exclusion and inequity that we were getting past.



Access to the Internet reinforces our identities, encourages us to find knowledge and learn new crafts, and allows us to tell of our journeys to a wide audience. Because of connectivity—for the first time in history—women have achieved self-sufficient visibility, sustained connections across borders, and found ways to broadcast our social, political, and economic visions. We have been empowered by access to technology, and it is simply disheartening to see this empowerment endangered due to factors beyond our control like weather.



No matter how many smart phones, tablets, cyber cafés, or desktop computers we may have, they will become lifeless technology if we do not join forces to mitigate climate change and its impact on communities.



In a century where nature has reengaged in itself, we are stranded on the other side of a mighty river that destroys everything we have built in its path. Today, we have come to a frightening bridge and we must make decisions that lead the crossing without further delay.



Spanish translation



ARGENTINA: El cambio climático está amenazando mi conectividad



Mientras las vidas online de las mujeres en la Patagonia se enriquecen más, se presentan nuevos desafíos ambientales para ahogar los progresos.



Como mujeres, contamos historias. Las escribimos en diarios, las alimentamos en debates con nuestro círculo de amigos, buscamos significados en voz alta y en silencio. Comunicar es innato para nosotras, como lo es tejer redes. Nos volcamos hacia la tecnología para ayudarnos a contar historias, para conectarnos sin fronteras.



Cuando tenía 17 años, en 1990, habría escrito esta historia en una máquina de escribir prestada, una historia para ser leída sólo por un círculo de amigos cercano.
En 1994, habría escrito esto en una vieja PC con DOS. Habría ido a un punto de acceso público en Buenos Aires para hacerla circular entre amigos vía mail.
En el 2000, la habría escrito en una PC más nueva, pero habría tenido que batallar contra una intermitente conexión vía módem - inestable, lenta.
Hace 5 años habría escrito este artículo en una notebook, disfrutando una conexión WiFi bastante estable, dependiente de mi correo electrónico y redes sociales para esparcir la voz.



Pero hoy la rutina diaria de revisar mi correo electrónico en mi smartphone o leer mis mensajes de Twitter con una buena señal WiFi es un espejismo. Como patagónicos lo podemos recordar, lo podemos describir, y aún así es una realidad distante. El cambio climático está impactando en nuestra conectividad, y es una realidad \"muy real\" que debemos enfrentar con urgencia.



A inicios de este mes, los usuarios de una de las principales empresas de telefonía móvil del país comenzaron su día sin acceso móvil. Las fuertes tormentas en la zona norte de la región se habían llevado un puente y los cables de fibra óptica se habían ido con él. Ese día se vieron afectados muchos otros servicios de acceso: la conexión a Internet se volvió lenta y errática, otros proveedores de acceso móvil tuvieron interrupciones, y los cortes de luz cerraron la escena.



Este no es un caso aislado. En los últimos tres años, las recurrencias muestran un patrón in crescendo con pocas miras de solucionarse. No hay certeza sobre cuál será nuestro futuro, ahora completamente dependientes de un núcleo tecnológico que demanda comunicación constante e inmediata de ida y vuelta.



En días de lluvia es común tener fallas en la señal de televisión satelital, ver cómo las señales 3G se desvanecen en los teléfonos celulares, y perder la cobertura Wi-Fi de una minuto para el otro. Las velocidades de conexión tipo módem, tan bajas como 28 kbps, son comunes. El acceso móvil a través de dispositivos USB se ve seriamente restringido: no sólo no hay suficientes antenas de señal en algunas zonas, sino que las condiciones climáticas extremas hacen de esas conexiones una misión imposible.



Lluvias intensas, vientos fuertes, desplazamientos de lodo, inundaciones... La lista sigue y sigue para revelar la escala de nuestra fragilidad en términos de conectividad.



Durante la investigación para este artículo, me sorprendió encontrar escasas referencias al cambio climático y su impacto en el acceso a Internet. El caso mejor documentado es un informe escrito en 2011 por DEFRA, el Departamento para el Ambiente, la Alimentación y Asuntos Rurales del gobierno británico. Incluye referencias sobre la influencia de las temperaturas en la reducción del alcance de las comunicaciones inalámbricas, las tormentas impactando en la fiabilidad de las señales, y prevé la necesidad de un futuro menos dependiente de la infraestructura física y las redes basadas en fibra óptica.



Por supuesto, hay tecnologías alternativas que están diseñadas para soportar condiciones extremas, como el uso de redes satelitales. Pero estas generan una brecha digital aún más grande dado que los costos no sólo son altos sino también atados a la cotización del dólar. Son un camino de regreso a un universo de exclusión e inequidad que estábamos superando.



El acceso a Internet refuerza nuestras identidades, nos anima a encontrar conocimiento y aprender nuevos oficios, y nos permite contar de nuestra historia a una gran audiencia. Gracias a la conectividad -por primera vez en la Historia- las mujeres hemos logrado visibilidad auto-suficiente, vínculos sustentables que cruzan fronteras, y encontrado caminos para exponer nuestras visiones sociales, políticas y económicas. Fuimos empoderadas por el acceso a la tecnología, y es simplemente descorazonador ver ese empoderamiento en peligro debido a factores que están más allá de nuestro control, como el clima.



No importa cuántos smartphones, tablets, cibercafés o PCs tengamos, serán tecnología inerte si no unimos fuerzas para mitigar el cambio climático y su impacto en nuestras comunidades.



En un siglo en el que la naturaleza se ha reencontrado consigo misma, estamos varados al otro lado de un río poderoso que destruye todo lo que hemos construido a su paso. Hoy hemos llegado a un puente temido y debemos tomar las decisiones que nos lleven a cruzarlo sin más demora.

Like this story?
Join World Pulse now to read more inspiring stories and connect with women speaking out across the globe!
Leave a supportive comment to encourage this author
Tell your own story
Explore more stories on topics you care about