Mi café estaba muy caliente



Y mientras esperaba, decidí serenar mi mente y observar. Me sentí en otro lugar. Ese no era mi Medellín. A mi alrededor casi todos eran extranjeros y aunque entendía lo que decían, no me interesaban sus conversaciones. Me interesaba todo. Me interesaban todos. La mesera amable que balbuceaba algunas palabras en inglés. El americano que la miraba pícaramente. Su amigo que solo miraba alrededor como buscando algo. Qué buscaba me preguntaba yo. ¿Otro amigo? Qué…



Entonces pasó aquella increíble y despampanante mujer. Una como ninguna. No parecía ni siquiera de acá. Parecía salida de algún cuento extraño. Era demasiado alta. Sus pómulos extremadamente hundidos. Su sonrisa falsa. Y entonces vi lo que buscaba aquel otro. Y sus ojos brillaron. Y su mirada se perdió en aquel esbelto cuerpo y creo que si no tuvo un orgasmo lo debió de tener mas tardecito. Lo recordé después y lo imaginé perdido en el infinito, y mas allá en aquella mujer que no tiene nada en común con la gran mayoría de mujeres de mi ciudad. Lo lamenté.



Regresé a mi café. Estaba tibio ya. ¿Cuánto tiempo pasaría entonces? Ayyyyayyy. Me elevé demasiado y tal vez había perdido mi cita. Miro el reloj. No, aún tengo tiempo y de repente aparecen cuatro hombres. Indios. De la india para quienes aún les dicen indios a los indígenas. Indios indios. Hermosos todos. Súper elegantes. Encorbatados y todo. Se bajaron de un taxi. Sonrientes. Algo charro debió haber dicho alguno de ellos. Hindú si no entiendo entonces solo me quedaba leer sus cuerpos. Sus ojos profundamente negros me observaron. Uno de ellos me miró mas de la cuenta pero toda yo le debió haber dicho que era madre. Que estuve casada. Que estaba soltera. Pero que no era de aquellas. Y en cuestión de segundos, nos comunicamos con la mirada. Esa de complicidad. Me miró serenamente y pude saber que era un buen chico, que solo venía a divertirse con sus amigos. Pero que era bueno.



Sus amigos si parecían diferentes. Uno era el líder y los otros lo seguían menos este. Este era el más serio y se sentía en camaradería, pero él estaba era haciendo negocios y fue a dar allí por puras cosas del destino. Supe que en casa una mujer hermosa lo esperaba. A los otros ni el gato. Tal vez polvo y platos sucios que dejaron. Pero ninguna mujer hermosa estaría en casa para aquellos. Ninguna. Hablaron en inglés con la mesera. Y uno de ellos creo que estuvo tentado a darle una palmadita en la nalga. Imploré que lo hiciera. Para saber la reacción de la mesera y para saber la mía. Se detuvo. Pero solo porque alcanzó a conectar su mirada con la de aquella mujer alta que sacó de las mesas a más de uno.



Y entonces, sentí en pocos instantes la degradación a la que llegó mi ciudad. Sé que no toda. Pero si mucha de mi ciudad y eso es suficiente. Me sentí violentada. Me sentí denigrada y quise tomar aquella mujer que estoy segura no terminó ni su bachillerato para llevármela de allí y mostrarle la otra vida. Esa posible. Esa que si existe para las mujeres de mi país y que desafortunadamente muchas no han tenido el placer de vivir. Quise tomarla de sus manos, mirarla a la cara y decirle, ¿por qué? ¿por qué? ¿maldita sea por qué?
Eres demasiado hermosa pero tu belleza va es por dentro. Y cuando ya te usen te dejarán a un lado como si fueras aquel carrito con el que jugaron cuando eran niños. No lo hagas. ¡Detente! Tu espíritu quedará vacío porque tu cuerpo no necesita eso. Necesita es amor verdadero. Amor sereno. El sexo fugaz te deja un sin sabor que te llevará a las drogas posiblemente. Te llevará al exceso. Y entonces…serás una más. Una más perdida en aquel gran negocio que hoy mueve mi ciudad. Uno en el que se embriagan los extranjeros y hasta los nativos pensando ahogar sus desgracias. Y te las dejaran a ti en tu cuerpo. ¿Al menos te cuidaras? ¿Al menos protegerás tu cuerpo ya que no puedes cuidar tu espíritu?



Y entonces como si ella pudiera escucharme me miró. Su mirada se quedó con la mía. Y sonrió. Ella supo qué clase de mujer era yo. Y su mirada fue amorosa y simple. Sencilla. Tranquila. Y me tranquilizó. Venía de un pueblo. Lejano. Y alguien le mostró esta vida. Como una opción. Quiere ser abogada. Para regresar a su pueblo. Y volverá. Le falta poco. Va a la universidad. Pero nadie paga por ella. Ninguna beca la cubre. Solo su cuerpo. Y lo sabe. Y lo usa. Y cuando regrese, volverá a aquella cascada y se levará eternamente para olvidarlo todo. Todo. Cuando esta con ellos, ni los escucha. Ni habla su idioma. Solo deja que la tomen, la usen y ella va a un lugar desconocido en donde no siente. No recuerda. No sabe. Y solo cuando todo ha terminado, ella toma su ropa, pide un taxi, vuelve a su pequeño cuarto, se ducha, duerme y se levanta a estudiar porque tiene examen. Eso me dijo.



Y entonces, le agradecí a mis padres. Le agradecí a la vida las oportunidades que me ha dado para hoy en este teclado en el computador que pude pagar sin usar mi cuerpo escribir, porque es lo que más amo.Lo que más disfruto.
Lo siento Lucy. Siento tanto que decidas hacerlo. Siento tanto que tengas que hacerlo. Hay tantas opciones. Pero te entendí que esta es la más rápida. Tengo náuseas. De recordarlo no puedo dejar de llorar. Maldita sea! ¿Por qué no hay opciones más rápidas? ¿Y por qué históricamente existe esta opción tan dolorosamente cruel con las mujeres. ¿Los hombres? ¿Los niños? Por qué Lucy. Por qué…Te mostraré la otra ciudad le dije. Y ella sonrió como diciéndome está bien. Todo estará bien. Y los extranjeros sin entender ni mu, debieron divagar ¿por qué yo?, ¿por que ella tan despampanante miraba a otra mujer? en vez de mirarlos a ellos que olían a sus lociones recién desempacadas. Y yo, sin hablar hindú solo les dije en mi castellano pausado. Hablábamos de ustedes. Que ustedes pagaran su universidad y entonces algún día ella será una abogada. Así es que...y partí. Porque mi café estaba ya frío. Iba de prisa, perdía mi cita.

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