Me arrebata



El silencio. La quietud. La soledad. La maravillosa vida en el campo. La delicia de la música escuchada en compañía de los precisos. Del fuego en una chimenea ya cansada de calentar.





Me arrebata la belleza del bosque. De mis canes compañeros acostados cerca. De la naturaleza siguiendo su curso. Su vida. Del canto de aquella ave que feliz llevaba una lombriz a sus polluelos. De las nubes que pasan lento cruzándose con la neblina. Con la lluvia. Con el frío. Con ese blanco que me habla de ti. Que me habla de otros tiempos.





Me arrebata la alegría de estar viva para conseguir mis sueños. Para ayudarle a mi hijo a conseguir los suyos. Para que los persiga. Para que muchos tengamos una oportunidad. Una.





ME arrebata escribir. De todo. De nada. De cualquier cosa. De mi vida. De la tuya. De la nuestra. De lo vivido. De lo olvidado. De los recuerdos. De lo por llegar. De lo que nunca llegará y de lo que nunca será.





Me arrebata leer. Leerte. Poemas. Míos y de otros. Tuyos. Nuestros. Historias que se nos cruzan tocándonos la piel. De esa chica que esperando en la estación encontró su amor. De la que esperándolo lo perdió. De todos. De ese indigente que me robó el aliento. De ese perro solitario que cruzando la calle perdió su vida. De ese arcoiris que nos recordó ese atardecer sobre la arena.





Me arrebata caminar. Sin rumbo. Solo caminar. Porque haciéndolo hallo el destino. El que quería pero no sabía. El que sabía pero conocía. El que recordaba pero no hallaba. El que veía en sueños. El que caminaba ensoñando. El que recorría en silencio.





Me arrebata contemplar. Porque es allí donde puedo ver con claridad. Donde puedo observar a mi alrededor y en realidad ver lo importante. Donde puedo con certeza usar todos mis sentidos y embriagarme de mi existencia. De la existencia de todo lo que me rodea. De su belleza. De su naturaleza. De su magnitud. Del sol tibiamente calentando mi espíritu cuando más lo necesito.





Me arrebata la enfermedad. Porque en ella me hago vulnerable. Y hace vulnerable a todos. Nos hace más humanos. Nos acerca a nosotros y a quienes amamos. Nos detiene para dejar de ceñir el éxito por estereotipos. Por eso que no nos hace felices. Por eso que nos daña y daña nuestras relaciones.





Me arrebata la vida. Porque en ello hallo la muerte y en un ciclo eterno me demuestra quienes somos. Quienes seremos. Lo frágiles que siempre seremos ante la inmensidad de este universo. Misterioso. Extraño. Eterno. Paradójico.





Me arrebata escribir porque sale de mi corazón todo lo que siento. Porque caso todo. Afuera. Sin medida. Sin necesidad de hacerlo para alguien o algo. Solo para mi. Para mi propia sanación. Para mis recuerdos. Para encontrar la paz que solo hallo haciéndolo. Para contar historias que están por ahí en todas partes. En cualquiera. En ninguna. En mi vida. En tu vida. En la vida de todos.





Me arrebata la alegría cuando el placer de la música y de aquel sonajero me permiten el silencio eterno de la vida tranquila. Del placer de la quietud y la soledad en mi compañía. En donde me siento segura. En este hogar que me permite estar y ser. En este bosque en el que siempre me siento a salvo. Como si fuera mi propio cuerpo.





Me arrebata la palabra. La escrita y la leída. Porque son ellas la maravilla de esta mi especie. Inteligente. Sagaz. Pero también voraz. Humana.

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